Inauguro el año con el propósito de retomar mi blog, que se
perdió en 2012 entre tardes de papillas y risas de bebe. Si la responsabilidad
de ser madre me deja un hueco intentaré seguir con la rutina de actualizarlo.
El rey Melchor, conocedor de mi gusto por escribir, me
regaló una entrada para acudir a
Los Desayunos Literarios que tienen lugar en
el teatro Calderón y que
acogen personalidades tan enriquecedoras como Fernando Savater, Elvira Lindo,
Antonio Muñoz Molina o Almudena Grandes, entre otros.
Mi desayuno especial era con Rosa Montero y el encuentro ha sido toda una lección de buen rollo
y positividad en toda regla.
Su presentador, el productor del teatro Luis Álvarez,
encendió la mecha hablándonos de que los escritores son el ejemplo tangible de
alguien que vive acorde a sus pasiones. Dedicarse a algo que a uno le gusta,
parte por desarrollar elementos que son básicos: dejar fluir el DESEO en
nosotros, una vez definido debemos darle el valor suficiente para transformarlo
en DECISIÓN de ponerlo en marcha, esta decisión que se convierta en DISCIPLINA
y por último en la DETERMINACIÓN de ser constantes y transformarlo en un hábito
que será lo que nos lleve a consagrar nuestro objetivo. Según sus palabras “todos
nacemos con la llave de nuestro éxito. Sólo hay que encontrar la puerta”. Y yo añado que muchos sabemos dónde puede
estar pero nos da terror abrirla. Algo semejante a saltar al vacío.
Y precisamente de miedo, pasión, éxito, identidad, e implicación social fue de
lo que nos habló, entre otras cosas, Rosa Montero en una clase magistral
de humildad y de persona con los pies en la tierra y fuerte conexión emocional.
Rosa, desmontó el éxito
de un plumazo cuando le preguntaron por el suyo propio: “El éxito no existe. Es
una cualidad que está en los ojos de los demás. Ellos te lo dan hoy, y te lo
quitan mañana. No es algo que debamos buscar. Nuestra búsqueda la debemos
enfocar en alcanzar la felicidad y para ello hay que ser coherente con nuestros
actos y pensamientos, porque muchas veces no hacemos lo que queremos hacer. Hay
que aspirar a vivir. Lo otro es salir en programas como Sálvame”. Esto está muy
enraizado con la pasión. “hacer lo
que uno quiere y rodeado de las personas que uno quiere en vez de buscar a toda
costa el reconocimiento de un público anónimo. Si persigues lo que te gusta, te
esfuerzas y trabajas en ello puedes llegar a ser competitivo y el
reconocimiento social o laboral vendrá solo. Y los premios no son sino el
consuelo del escritor ante sus propias inseguridades. El escritor, actor u
otras muchas profesiones liberales, se mueven entre crisis de creatividad, y
viven en una bruma de inseguridad, una herida en carne viva y los galardones
sirven como bálsamo curativo aunque no dejan de ser arbitrarios”.
Habló también del miedo
y de las crisis de angustia por la que ha atravesado, que la han servido para “conectar
con el lado salvaje de la vida”. Y dio una clave: hay que aprender a convivir
con el miedo, acostumbrarse a él, escucharle para saber qué nos quiere decir. No
es cuestión de enfrentarse al miedo y luchar suplicando : ¡por dios
que se vaya!, sino más bien caminar a su lado para conocerle, porque de su
conocimiento extraemos el conocimiento sobre nosotros mismos, lo que ayuda a hacernos
más fuertes y paradójicamente los miedos irán siendo cada vez más pequeños.
Habló de las sombras
alargadas de nuestros padres,
hermanos o amigos y que se proyectan en nosotros mismos en forma de deseos
ajenos, intentando que seamos algo que no nos pertenece. De aquí tenemos que
sacar otro gran aprendizaje. ¡Cómo nos relacionamos con las expectativas que
los demás tienen de nosotros! ¿Somos capaces de relativizarlos o anulan la búsqueda de nuestro propio deseo?
Habló de lo que somos:
“nuestros recuerdos son una construcción imaginaria, cada uno reinventa su
pasado. Y si reinventamos nuestra memoria, reinventaremos nuestra identidad”. Y
que equivocarnos es inherente al ser
humano. Cada uno tiene que elegir dónde quiere estar: ser de los que se
equivocan por acción, o ser de los que
se equivocan por omisión, por pasividad, por miedo a no hacer nada. Ella se
identifica de los activos a muerte.
Y habló, por último,
de que para salir de la crisis todos tenemos
que asumir nuestra cuota de
responsabilidad
social. Aprender lo positivo de otras culturas como la estadounidense,
donde cada uno crece sabiendo que
tiene
una deuda social que tienen que devolver. No se puede dejar todo en manos de
políticos que están perdidos. Seguro que hay algo que podemos aportar
a nuestros semejantes, porque puede que sea
mañana nosotros quién lo necesitemos. Y dio muestras con el ejemplo de su
reciente campaña estas navidades
no sin juguetes donde puso en contacto a la gente
que donaba sus juguetes con
los niños que
no podían disfrutar de reyes magos tan generosos como el mío.
Han sido dos horas de Rosa Montero donde de sus palabras nos
hemos llevado la sabiduría del que sabe aprender de sus errores, vivir acorde a
sus principios y hacer de la pasión un modo de vida, que se asemeja mucho a la
tan anhelada felicidad que todos buscamos.