domingo, 10 de junio de 2012

Como Gabrielle Bonheur se transformó en COCO CHANEL



Ayer ví la película “Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel” y me sorprendió conocer los inicios de uno de los mayores iconos de la moda. 

El nombre real de Coco, era Gabrielle. Tras la muerte de su madre cuando contaba con unos seis años, fue abandonada por su padre en un hospicio francés. Entre monjas aprendió a coser y debido a su habilidad con la aguja, consiguió un empleo como costurera. Compaginaba este oficio diurno, con el del cabaret, que le ayudaba a sufragar gastos y a soñar con un mundo mejor. Dicen que fue ahí de donde le viene su apodo. Ya que una de las canciones que cantaba podía haber sido “Qui Qu’ a Vu CoCo” (¿Alguien ha visto a Coco?), sobrenombre de mascota. 



Este ambiente le puso en contacto con gente relevante y adinerada y se postula que  su primera tienda de sombreros “Modas Chanel” fue abierta gracias al apoyo económico de uno de sus amantes. 

Sea como fuere, y sin entrar a analizar la cuestión moral de su ascenso, es sorprendente como rompió moldes. Prácticamente autodidacta, cambió por completo el estilo de vestir. En aquella época las mujeres iban encorsetadas, apretadas y con mucho frufrú y cancan. Los adornos eran excesivos y recargados: plumas, flores y collares. Coco, instauró desde la sobriedad un modelo de libertad de movimientos. Inspirada en la ropa masculina, captó la esencia de los hombres de su época: mayordomos, marineros, mozos de cuadra, etc, para ajustarla a un modelo de mujer del siglo XX. 

Cada vez que escucho las biografías de mujeres y hombres que han llegado al éxito no puedo dejar de pensar en cómo se han hecho hueco. Sobre todo en una época en la que las comunicaciones no eran tan rápidas como ahora. Aunque eso quizá fuera una ventaja. Ahora con tanta diversidad es más difícil. Pero lo que está claro es que cuando alguien parte de cero, sólo le queda subir. Y no cuenta con el miedo a romper la ficticia estabilidad que tenemos los que nos vemos acomodados. Hay que hacer una reflexión interna y ver qué es lo que nos impide cambiar y hacer eso que siempre hemos soñado. Cuando nos vemos cómodos en el sofá, con nuestra televisión o la videoconsola, da más pereza decidirnos a romper con lo que no nos gusta.
Y el éxito llegará cuando decidamos ir en su busca.

sábado, 2 de junio de 2012

FLEXIBILIDAD: DESAFÍO DE LOS NUEVOS PADRES


Hace cuatro meses que di a luz a un pequeño príncipe. Durante el embarazo intenté prepararme mentalmente para eso que llaman la transformación a la maternidad, el giro de 180 grados que da tu vida. Los consejos, aunque siempre bienintencionados, tenían un tono apocalíptico de vaticinio del fin del mundo: duerme ahora que no podrás dormir,  sal de restaurantes que luego no te dejará, ve al cine que no podrás ver más películas, vete de copas, de  museos, de teatros, de conciertos, lee libros, haz el curso de esgrima o el de encaje de bolillos porque amiga, se acabó lo que se daba. Pero tranquila que no te importará cuando veas  la cara de tu hijo. No os quiero ni contar la cara que se me quedaba a mí en ese momento. Y el tembleque de “Dios mío, pero que he hecho.”

Afortunadamente, mi hijo nació y el mundo no se terminó. 

En estos cuatro meses no he dejado de leer,  he ido al teatro, he comido en restaurantes tanto de día como de noche, he estado de tapeo en terracitas,  he pasado una semanita en la playa, he estado de visita turística un finde por Sevilla, nos hemos ido a Mérida otros cuatro días,  de merendola campestre,  he aprendido cosas nuevas como cocinar postres, crear este blog,… ¿sigo?

Y  todo esto con lactancia materna exclusiva, nada de biberones. O sea que el niño come de mi si o si.

Con esto quiero dar un mensaje esperanzador a todas y todos que se van a convertir en padres. 

Lo que he aprendido y me ha enseñado mi hijo es flexibilidad. Nos regimos por parámetros fijos que nos cuesta mucho romper y nos da pánico quebrar  nuestros hábitos establecidos. Pero cuando algo nuevo llega a tu vida, bien sea un hijo, un traslado de domicilio o un cambio de trabajo,  si nos centramos en lo que perdemos, la angustia y el pesimismo está asegurado. Y además debemos saber, que no perdemos, cambiamos. Cambia el ambiente, cambiamos nosotros y debemos encontrar la manera de adaptarnos  a nuestro nuevo yo. 

Pues claro que el tiempo dedicado al ocio individual no es el mismo (este blog, por ejemplo, lo actualizo cuando puedo), y claro que he aparcado momentáneamente algunas cosas en las que estaba inmersa y  que me requerían más tiempo o compromiso con otras personas. Pero las retomaré más adelante o quién sabe, quizás encuentre algo que me satisfaga más.

Y hay que aceptar los imprevistos según van surgiendo: Nos acaban de denegar las guarderías públicas. Eso supone cambios: ¿guarderías privadas? ¿Lo cuidarán los abuelos? ¿Nos mudaremos de domicilio?  

Un hijo abre las puertas a lo desconocido, te permite reinventarte y ser flexible, muy flexible. Lo que vale hoy puede que no valga mañana. Pero ¿quién ha dicho qué no será mejor?