Ayer ví la película “Coco, de la rebeldía a la leyenda de
Chanel” y me sorprendió conocer los inicios de uno de los mayores iconos de la
moda.
El nombre real de Coco, era Gabrielle. Tras la muerte de su
madre cuando contaba con unos seis años, fue abandonada por su padre en un
hospicio francés. Entre monjas aprendió a coser y debido a su habilidad con la
aguja, consiguió un empleo como costurera. Compaginaba este oficio diurno, con
el del cabaret, que le ayudaba a sufragar gastos y a soñar con un mundo mejor.
Dicen que fue ahí de donde le viene su apodo. Ya que una de las canciones que
cantaba podía haber sido “Qui Qu’ a Vu CoCo” (¿Alguien ha visto a Coco?),
sobrenombre de mascota.
Este ambiente le puso en contacto con gente relevante y
adinerada y se postula que su primera
tienda de sombreros “Modas Chanel” fue abierta gracias al apoyo económico de
uno de sus amantes.
Sea como fuere, y sin entrar a analizar la cuestión moral de
su ascenso, es sorprendente como rompió moldes. Prácticamente autodidacta,
cambió por completo el estilo de vestir. En aquella época las mujeres iban encorsetadas,
apretadas y con mucho frufrú y cancan. Los adornos eran excesivos y recargados:
plumas, flores y collares. Coco, instauró desde la sobriedad un modelo de
libertad de movimientos. Inspirada en la ropa masculina, captó la esencia de
los hombres de su época: mayordomos, marineros, mozos de cuadra, etc, para
ajustarla a un modelo de mujer del siglo XX.
Cada vez que escucho las biografías de mujeres y hombres que
han llegado al éxito no puedo dejar de pensar en cómo se han hecho hueco. Sobre
todo en una época en la que las comunicaciones no eran tan rápidas como ahora. Aunque
eso quizá fuera una ventaja. Ahora con tanta diversidad es más difícil. Pero lo
que está claro es que cuando alguien parte de cero, sólo le queda subir. Y no
cuenta con el miedo a romper la ficticia estabilidad que tenemos los que nos
vemos acomodados. Hay que hacer una reflexión interna y ver qué es lo que nos
impide cambiar y hacer eso que siempre hemos soñado. Cuando nos vemos cómodos
en el sofá, con nuestra televisión o la videoconsola, da más pereza decidirnos a
romper con lo que no nos gusta.
Y el éxito llegará cuando
decidamos ir en su busca.
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